En los últimos años, la soledad no deseada se ha convertido en un asunto destacado en la agenda social y política de muchos países; sin embargo, se podría decir que no ha sido hasta la llegada de la covid-19 cuando la soledad ha adquirido carta de naturaleza como problema social y que, como tal, interpela al estado del bienestar, demandando tanto políticas preventivas como de esfuerzo del tejido social.